Jamás había visto que un hombre se expresara de una forma
tan amorosa y tierna de su ex novia, mucho menos después de haber sufrido tanto
por ella.
Le pregunté qué había sucedido:
“Habíamos terminado, yo hice las cosas mal. Me llamó, salimos. Nos besamos
y yo pensé: todo se arreglará, regresaremos y esta vez haré las cosas bien.
Supongo que era una trampa. Iba muy bien arreglada. Se veía hermosa. La besé de
nueva cuenta, las cosas iban bien, pero al tercer beso, todo cambió. Íbamos de
regreso en el camión. Me gritó, me dijo que no la besara, que me quitara, de un
momento a otro, ya no era la misma. Yo no entendía. Me ofrecí a llevarla a su
casa, pero me rechazó. Dijo que ella podía irse sola. Contesté: -ojalá que nunca
te hagan algo así-. No recuerdo cómo se lo dije”.
Me atreví a preguntarle si ella era bonita y me respondió,
con una mirada perdida, una sonrisa distraída, un quejido irónico y una seguridad
en su respuesta: “Sí, es hermosa. Morena, alta. Es
hermosa”. Entendí que él aún la amaba, sólo con esa pequeña descripción , una descripción de amor y recuerdo.
El amor tormentoso que muchos experimentan en algún momento
de la vida, tal vez, es el más hermoso e inolvidable. Marca en nosotros un
antes y un después, sin embargo, penetra de tal forma que a pesar del tiempo,
el espacio o las circunstancias de la vida, lo recordamos y lo revivimos para
siempre.
A veces el amor perdurable no se presenta de forma humana,
es decir, en un hombre o una mujer, sino en un recuerdo imborrable de nuestra
mente, y se refleja en los latidos del corazón y en las miradas perdidas, en
las sonrisas distraídas, los quejidos irónicos o en la seguridad con la que nos
referimos a esa persona.
(De una conversación)